En esta época, el paisaje sirvió para expresar las utopías urbanas y políticas emergentes. A menudo «percibido» a través del marco de las ventanas en los cuadros que representaban escenas interiores, fue consiguiendo un papel cada vez más importante, hasta ocupar toda la superficie de la tela. Paralelamente, los personajes de las escenas religiosas en exterior fueron «encogiendo» hasta no estar más que simbolizados por los elementos del paisaje, p.e. Jesús de Nazaret por una montaña. Pero, como se ve, el paisaje seguía siendo sólo parte de un cuadro de historia o de un retrato.
En Flandes, la primera representación del paisaje independiente fue la de Joachim Patinir, cuyas composiciones religiosas o mitológicas están totalmente dominadas por la representación realista de la naturaleza, hasta el punto de que la escena es mero «pretexto» para representar un «paisaje panorámico» o «geográfico», desde un punto de vista muy elevado. En la generación siguiente, algunas obras de género de Pieter Brueghel el Viejo la figura humana queda reducida a la insignificancia, siendo lo importante el paisaje representado, igualmente panorámico y desde punto de vista alto, como ocurre por ejemplo en El invierno del ciclo de estaciones del año. Ha de mencionarse también la Escuela del Danubio o «danubiana», en la que autores como Albrecht Altdorfer o Lucas Cranach el Joven sigue con el tipo de «paisaje panorámico», con amplias extensiones de terreno percibidas a vista de pájaro.
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